Devocional de Hoy
Tesoros perdidos en casa
O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la moneda que se me había perdido”.
(Lucas 15:8-9)
La parábola de la dracma o moneda de plata perdida aparece en una serie de sermones de Jesús sobre el Reino de Dios. En esas ilustraciones, el Maestro muestra de forma práctica lo preciosos que son los perdidos cuando se encuentran con su Reino. La moneda no tiene ningún valor mientras está perdida, pero en las manos correctas será de mucho provecho para su dueño.
Del mismo modo, cuando estábamos perdidos y lejos de nuestro Salvador no teníamos mucho valor en el mundo. Mas cuando él nos encontró hubo fiesta en el cielo para celebrar el rescate sublime a través del alto precio pagado en la cruz.
La moneda perdida en casa nos hace pensar también en las cosas importantes que perdemos dentro del hogar: el diálogo, el respeto, la comprensión, la paz, la fidelidad, el perdón ... En fin, ¡el amor! Son valores importantísimos que dejamos olvidados en el "cajón del rencor" o empolvados detrás de algún mueble pesado lleno de sufrimiento. Intenta encontrar esos principios importantes para ti y tu familia y no los pierdas de vista.
En Dios pasaste a ser precioso cuando tuviste tu encuentro con Jesucristo. Convierte tu casa, tu trabajo y las personas a tu alrededor en preciosas a través del cuidado y el amor que expresas por ellos.
Eres un cofre para joyas valioso
Si todavía estás perdido y sin la esperanza eterna, abre tu corazón a Jesucristo.
Ora y agradece al Señor porque el Rey de Reyes te encontró. Él te convirtió en un tesoro precioso y útil para el Reino de Dios.
Encuentra en la Biblia cuál es tu verdadero valor junto a Cristo. Léela y estúdiala cada día.
Reflexiona sobre tu casa y haz una «limpieza general». Limpia el polvo de los golpes y las amarguras del pasado, ofrece perdón y tira la basura. Reorganiza con amor y dedicación tu hogar.
Da el primer paso al reconocer el valor real de la familia. Encuentra los «tesoros escondidos» en cada persona.
Ama a las personas y usa las cosas, no a la inversa.
Para orar:
Señor Jesús, muchas gracias por haber venido a nuestro encuentro. Te alabo por haber considerado a la humanidad preciosa, al punto de derramar tu propia sangre en nuestro lugar. Ayúdame a celebrar ese encuentro siempre con alegría y gratitud. Enséñame también a recuperar las riquezas perdidas en mi casa. ¡Restaura mi familia! En el nombre de Jesús, amén.
Deivy Monge
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